En mi caso, me costó ver que este hombre tenía un trastorno porque nos encontrábamos en momentos vitales muy diferentes y ambos buscábamos cosas distintas, motivo por el cual pensé que parte de las dudas y discusiones venían por ahí.

Yo soy madre de 4 hijos pequeños y tengo 41 años, y él tenía 57 años y vivía solo porque sus dos hijos eran ya independientes.

 

EL COMIENZO

Cuando nos conocimos había una química irresistible entre los dos, no sólo física sino también intelectual. Teníamos muchas cosas en común (y eso lo sigo pensando a pesar de su TLP y posible manipulación). Y a pesar de encontrarnos en momentos vitales muy diferentes, decidimos intentar una relación.

A los 4 días quedó en persona conmigo para decirme que lo nuestro era un amor imposible y que nos habíamos precipitado; sin embargo, con tanta química de por medio, en esa comida no sólo no cortamos sino que estuvimos hablando hasta la cena, acabamos ebrios y comiéndonos la cara a besos, incluso programamos una escapada a Punta Cana en esa dilatada comida.

Al día siguiente, nada más pedirle a mi jefa la semana de vacaciones para irme con él, me mandó un mensaje frío y distante diciendo que sólo podíamos ser amigos y que olvidara todos lo que habíamos hablado la tarde anterior.

Sólo hacía unos días que nos conocíamos y yo sentía que me había dejado mi novio de toda la vida.

Al cabo de una semana, vio que yo había cambiado mi foto de perfil y me escribió para decirme que me había dejado la gabardina en su coche (lo cual era cierto).

Le contesté muy digna que me la dejara en la garita de mi edificio a mi atención; creo sinceramente que esa indiferencia por mi parte alimentó sus ansias de estar conmigo.

Así que al poco de dejar la gabardina en mi garita me llamó y estuvimos 5 horas de reloj al teléfono (esta fue la primera de las numerosas e interminables conversaciones que mantuvimos durante el tiempo que estuvimos saliendo). A partir de ese momento me volvió a “atrapar” y lo hizo durante dos meses.

 

BOMBARDEO DE AMOR

Fue una relación tan intensa desde el principio que empecé a vivir con él prácticamente desde el primer día (salvo las semanas que me tocaban mis hijos, de los cuales él nunca quiso saber nada).

Me abrió las puertas de su casa y me hizo sentir muy cómoda a su lado, como si nos conociéramos de toda la vida. Todo con él era tan fácil…

Compraba la comida que me gustaba, me hacía comidas súper elaboradas para cuando yo llegara del trabajo, me pedía que le ayudara a elegir nuevos muebles y que le diera un toque a la casa para así sentirla mas mía.

Era una relación idílica, el hombre perfecto. Yo no estaba acostumbrada a que me trataran así, pues hacía poco que me había divorciado y venía de un matrimonio donde mi marido no me prestaba casi atención (información que él supo utilizar en su beneficio desde el primer momento).

Nuestros días eran increíbles, divertidos y excitantes, no sólo por sus ansias de hacer cosas y disfrutar sino porque su economía además nos permitía hacer cosas que no estaban al alcance de cualquiera.

Salíamos a cenar a buenos restaurantes cada noche de la semana, programábamos viajes de un día para otro (a los mejores hoteles por supuesto), sacábamos entradas para conciertos con las mejores localidades, nos pasábamos horas hablando de todo tipo de temas (nos daban las 3 de la mañana cada día). Escuchábamos música durante horas, conducíamos muy deprisa (tenía un Porsche al que le sacaba mucho partido) y no parábamos de reír.

 

PRIMERAS BANDERAS ROJAS

Cualquier cosa que se le antojara se la compraba; era impulsivo en sus decisiones y en sus caprichos y también a la hora de satisfacerlos.

Eternamente inconformista: ahora me compro un perro, quiero reformar la casa por tercera vez, me voy a sacar el título de patrón de barco, me apetece un apartamento en la playa, y si me compro otro coche (me llamó poderosamente la atención que había tenido 35 coches en los últimos años) …

Y todo en su vida era impulsividad y necesidad de satisfacer unas ansias nada propias de un hombre de 57 años, a lo que se sumaba su poder adquisitivo.

Por supuesto no le faltaban adicciones; fumaba dos cajetillas diarias y bebía no menos de 5 copas diarias de whisky, bien fuera solo o acompañado, en su casa o en un restaurante y cualquier día de la semana.

Su estilo de vida nada saludable me arrastró con él; por supuesto yo empecé a consumir mucho más alcohol de lo habitual e incluso nos dio por fumar hierba, cuando yo ni siquiera era fumadora.

Yo tenía la sensación de estar viviendo siempre al límite, pero me gustaba… me encantaba, estaba enganchada a él y a su estilo de vida.

Ejercía un poder de atracción hacia mí brutal, tenía una voz increíble y una manera de hablar que te hipnotizaba, era arrolladoramente guapo, un encantador de serpientes, muy inteligente, con muchas habilidades sociales, con las mismas aficiones que yo y encima con dinero por castigo (tenía empresas y a los 57 había decidido vivir de las rentas, por lo que le sobraba en tiempo y el dinero). Era un cóctel mortal.

 

UNA RELACIÓN DE INTENSIDAD

Era frecuente en él ensalzarnos como pareja, mirar las relaciones ajenas por encima del hombro y hacerme pensar que todos nos envidiaban por el amor que nos teníamos.

Él supo jugar muy bien sus cartas, porque sabía que yo venía de un matrimonio de 10 años con una persona aburrida y exageradamente ahorradora.

Rápidamente me dio todo el cariño que yo necesitaba y me brindó todos los caprichos y planes que como chica disfrutona que soy me apetecía hacer.

Todo con él era excitante, divertido, peligroso… vivía en una nube, no tocaba el suelo al caminar y estaba profundamente enamorada (o eso creí, ahora veo que era adicción, no amor) pero pronto empecé a percibir detalles en él que no me gustaban.

Había ciertas incongruencias en cosas que me contaba o que hacía, empecé a detectar algunas mentiras, tergiversaba nuestras conversaciones en su beneficio.

Tenía reacciones totalmente desproporcionadas a comentarios para nada malintencionados por mi parte y cualquier nimiedad desembocaba en una pelea.

Empecé a medir cuidadosamente mis palabras y mis actos para evitar discusiones, y a pesar de ello, lo pasé todo por alto porque estaba tan enganchada que me daba igual, ME COMPENSABA, era una montaña rusa adictiva.

 

ALGO RARO PASA PERO ESTOY ENGANCHADA

Pero poco a poco esas reacciones tan bruscas e inesperadas se tornaron cada vez más frecuentes e injustificadas.

Él podía gastar bromas pero yo no, él podía hablar de sus exnovias pero yo no, él podía salir con sus amigos pero yo no.

Era controlador, celoso y no tenía límites (las normas no estaban hechas para él); estaba por encima del bien y del mal.

Pensé que todo eso derivaba de su edad, al fin y al cabo un empresario de éxito de esa edad, acostumbrado a mandar en todas sus empresas y con las cosas bien claras, era probable que se hubiera convertido en una persona un poco dictadora.

Me empecé a dar cuenta de que la relación no estaba equilibrada, que él marcaba el ritmo, PERO ME DABA IGUAL, repito, me volvía loca y todo con él era apasionante. Además, después de cada pelea las reconciliaciones eran tan intensas y sensuales que cada vez estaba más enganchada a él.

Fueron dos meses absolutamente increíbles en los que siempre, y digo siempre, tuve la sensación de que se trataba de una relación de cristal, ya que en cualquier momento se podía romper.

Nunca supe explicar el porqué de esa sensación y no me había ocurrido antes, pero así lo sentía a cada momento. Medía mis palabras y mis actos para no ofenderle o sacar ese monstruo que tenía dentro.

A pesar de lo dulce y encantador que era, cualquier comentario nada malintencionado por mi parte o nimio prendía la mecha. Entonces salía de él una maldad y unas palabras hirientes contra mí que si se hubiera mordido la lengua se hubiera envenenado.

 

SUS EX NOVIAS Y COMO REBAJABA MI AUTOESTIMA

Con frecuencia me hablaba de sus exnovias; todas ellas tóxicas, según él. De la última me contó que lo habían dejado en 15 ocasiones en poco más de un año, pero que como estaban “enganchados sexualmente” siempre lo volvían a intentar.

Esa información me costó encajarla y me supuso una presión innecesaria cuando me acostaba con él; sentía que en cada momento íntimo me estaba poniendo a prueba o me estaba comparando con ella, y eso a pesar de que en el plano sexual nos iba bien.

Obviamente mermó mi autoestima aun habiéndome considerado siempre una chica bastante atractiva. Es importante resaltar que con esa chica lo había dejado hacía solo 4 meses, aproximadamente lo que suelen durar los ciclos de altibajos en este tipo de personas.

 

CONTINUA LA MONTAÑA RUSA EMOCIONAL

Un día me contó que cada vez que lo había dejado con una pareja había sido como una enfermedad… que siempre se sumía en una profunda depresión y etapa de oscuridad.

Cuando le conocí se estaba medicando contra el insomnio y la depresión, y lo achacaba a las secuelas de la ruptura con la ex tóxica del enganche sexual; según él se había quedado muy tocado y eso que ni siquiera la quería, decía.

Un día me enteré de que esa ex le escribía ocasionalmente (ahora entiendo que víctima de la misma adicción que yo) y le pregunté por qué no la bloqueaba; se negó rotundamente, porque según él esa chica le resultaba indiferente a estas alturas conmigo.

Pero ella se presentó una noche en un bar que él frecuentaba y le soltó una ristra de improperios.

Él se quedó un poco tocado aquel día; como si el encuentro con ella le hubiera desestabilizado. Ahora con perspectiva puedo entender por qué ella, en aquel bar, le llamó psicópata y le pidió que no se acercara.

Pasaron las semanas y la relación fue avanzando, nos fuimos de viaje, conocí a sus hijos en una comida, le acompañé a una boda familiar… pero entre tanta felicidad había momentos de oscuridad en los que yo difícilmente le reconocía.

En ocasiones puntuales actuaba como si no me quisiera, como si no me necesitara (eso lo veo ahora, en aquel momento pensé que le asaltaban las dudas por la diferencia de edad, mis 4 hijos etc…) pero la mayor parte del tiempo era arrolladoramente encantador, detallista, cariñoso, sensual… lo tenía todo a pesar de sus incongruencias y sus inesperadas reacciones.

Nunca quise comentar con mis amigas esos momentos de frialdad o esas pequeñas incongruencias o “salidas de tono” que él tenía, y siempre defendía la relación frente a cualquiera.

Ahora me siento estúpida, tendría que haber recurrido a ellas antes, a mi comité de sabias, que de manera objetiva me hubieran abierto los ojos.

 

FINAL DE LA RELACIÓN

Un día, de la noche a la mañana me dijo que necesitaba dos días para pensar porque su exnovia (la tóxica a la que había estado enganchado sexualmente y que le llamó psicópata en aquel bar) le había escrito un mensaje y eso le había desestabilizado de nuevo.

Quedamos en persona para hablar y darnos un tiempo, y en esa conversación vi sus dos caras; al principio fue frío como un témpano, me quería sacar de su vida sin miramientos, necesitaba tiempo para curarse (dijo) y estar bien con él mismo para luego poder empezar conmigo una relación más estable, que tenía unos demonios dentro que le hacían sentir muy mal.

Fue un discurso incomprensible para mí y mezclado con explicaciones absurdas donde aparecía su ex la tóxica.

Yo no entendía nada, pero si éramos almas gemelas (pensé) y te he dado lo que no te han dado otras!!!

Y tras dos copas, se puso a llorar, no paró de decirme lo mucho que me quería y que me necesitaba, que nadie le había querido y cuidado como yo, pero que le diera tiempo por favor, y por supuesto que le permitiera llamarme y verme durante este paréntesis.

Y no volví a saber nada más de él, sólo una caja con mis cosas en mi garita que dejó a mi atención, y un mensaje frío en el que me decía que tenía que desconectar.

Ahora intuyo que ha vuelto con la ex, pero no tengo esa certeza. En cualquier caso ya tengo una explicación a todo lo que ha ocurrido, (Trastorno Límite de la Personalidad) lo que me da cierta paz mental; además le veo con otros ojos.

Aún no le he bloqueado, quizás porque me veo fuerte para darle con la puerta en las narices cuando vuelva (sé que lo hará).

 

 

error: Content is protected !!