Como médico de profesión, inmediatamente identifiqué que mi pareja era una TLP (Trastorno límite de personalidad, o Bordeline).

Pero me enamoré perdidamente de ella. La vida me habia concedido la oportunidad de encontrar a la Audrey Hepburn de la película «Desayuno con Diamentes». Mujer fascinante, seductora, divertida, misteriosa…amor platónico de mi juventud. Mujer en definitiva prototipo de TLP.

 

La introspección realizada posteriormente a la ruptura, me ha llevado a preguntar porqué este tipo de mujer es capaz de enamorarme de tal manera y generar en mi un «enganche emocional» tan fuerte, que llega incluso hasta hacerme perder la propia objetibidad. Ese es el análisis de mi posible toxicidad, aunque esto es el final de la historia.

Su comportamiento era un manual completo de los TLP, cumplia punto por punto todos los requisitos, y desplegaba su seducción como si estuviera siguiendo una hoja de ruta predeterminada. Consiguió rapidamente seducirme, y acabé locamente enamorado de ella nunca mejor dicho.

 

COMIENZAN LOS COMPORTAMIENTOS EXTRAÑOS

Llegó el día del primer brote, mostró su extremo mas negativo. Sin causa ni razón, descargó una cascada completa de ira, acusaciones, sinrazones, egoismos, humillaciones, exigencias…..Era tanto el aluvión de reproches, que cuando intentaba defenderme de uno, sin acabar ya me llegaba el otro, se sucedían sin lógica ni concierto.

 

Por desgracia para mi, estos brotes extremos se repitieron en muchas ocasiones durante nuestra relación, es una de las características principales de los TLP, la falta de control racional de las emociones.

Pero también para mi desgracia, cuando no estaba extrema, seguía siendo mi fascinante, divertida, y exuberante Audrey Hepburn parada delante de la joyería Tiffany con un café en la mano. El enganche emocional estaba servido.

Tras este primer brote decidí poner fin inmediatamente a la relación, sabía que si no lo hacía en ese momento, lo que vendría después sería mucho peor, como así fué.

Ante el miedo al abandono, lanzó toda una batería de llamadas, ruegos, llantos….pero yo no había ni siquiera tocado fondo, me sentía muy mal por iniciar esta ruptura. Seguía siendo mi amor platónico de «Desayuno con Diamantes», y la iba a perder.

 

VUELTA A LA RELACIÓN

Sucumbí y decidí seguir adelante con ella. Primer e inmenso error. Coversamos e hicimos planes para que en adelante todo fuera mejor. No sin antes tener que pedirle perdón, ya que ella no era culpable de nada, y menos aún de mis tormentos emocionales.

Del brote del día anterior, no recordaba casi nada, y lo que recordaba era completamente al revés: había estado yo muy exigente…..

Mi ego me jugó una mala pasada. Como médico pensé que podía objetivar sus reacciones y mantener una impermeabilidad sentimental durante sus extremos que me mantendría emocionalmente a salvo.

Podría disfrutar de la parte fascinante de esta mujer, y con mi visión profesional y si ella aceptaba ir a al psicoterapeuta, modular sus extremos. Segundo error.

Aposté para que la relación funcionase, empleando una cantidad de energía, recursos, y tiempo, que posteriormente me pasarían factura en muchos sentidos.

 

Intenté con paciencia y gentileza hacerle ver que era una TLP y necesitaba ayuda por parte de un psicólogo; desplegué toda mi cortesía, amor, dulzura y amabilidad posible, y el umbral de mi paciencia subió hasta límites insospechados.

A mi vez recibia ayuda de mi psicoterapeuta, estudiaba webs especializadas y leía foros sobre los TLP, porque como dice el título del libro sobre parejas de TLP «estaba andando sobre Cáscaras de huevo», y tenía miedo de romper alguna.

Nos convertimos en una incesante pareja rodante por playas, alojamientos rurales y acampadas.

Nunca consintió el conocer mutuamente a nuestras respectivas familias, de hecho jamás pisé su casa.

 

Nos veíamos y se salía cuando ella decidía, a la hora que le convenía, el tiempo que considerase oportuno, y pobre de mí que en alguno de los días dijera que no o no llegara a tiempo a la hora acordada.

Huelga decir que la organización y recursos de todas estas «escapadas» como ella las denominaba, corrían por mi cuenta.

 

Mi TLP es una mujer inteligente, de respuesta mental rápida, y con otros trastornos psquiátricos, algunos bien y otros mal diagnosticados. En su extremo negativo, en ella predomina la manipulación emocional, el egoismo, la falta de empatía. La verborrea con un discurso donde se impone la visión de un Yo incomprendido que magnifica problemas poco importantes.

 

En este extremo también presenta una ira contenida donde busca una ilógica confrontación con su interlocutor (en este caso yo ) del tipo de que si dices «sí» me das la razón como a los tontos, si dices»no» nunca me entiendes.

Durante la relación presentó algunos episodios de delirio auténticamente psicóticos. Tiene cierta tendencia a lo misterioso, entre otros la reiterada petición de deseos a las 12 de la noche.

Bebe alcohol de manera impulsiva, lo que la deshinibe acentuando sus extremos, su efecto la transforma en una mujer muy fascinante y sensual, pasando en cuestión de minutos a ser una persona con una visión muy negativa de su entorno.

 

LA MÁSCARA VA CAYENDO

Como era previsible, a medida que trancurria nuestra relación, sus episodios extremos eran cada vez mas frecuentes y duraderos, se iba sintiendo segura con mi respuesta emocional a sus extremismos, con lo que cada vez necesitaba menos de su máscara.

Evidentemente mi desgaste y pesadumbre también iban en aumento. Cada encuentro me generaba mucha tensión, y curiosamente en mi cerebro van quedando pocos recuerdos placenteros de nuestros encuentros. Mirando atrás solo veo tensión y episodios en los que me hacía sentir miedo.

En varias ocasiones le planteé abandonar nuestra relación. Esperaba un tiempo prudencial para que yo me calmara, y después sacaba todo su arsenal fascinador, llegando en estas ocasiones hasta decir que me quería, cuando por otra parte siempre afirmaba que no estaba enamorada de mi.

 

Yo volvía a caer en su regazo. Incluso puse en marcha el «contacto 0», pero encontró la manera de comunicar conmigo, y me mandó la clasica foto de Audrey Hepburn delante del cristal de la joyeria, en la que establecía su paralelismo con ella.

Punto final para mi, perdí toda mi objetividad, mi juicio médico y mi capacidad de análisis mental.

Ya no sabía si ella era una TLP o una persona un poco excéntrica, si yo era un individuo tóxico exigente de amor y romanticismo, pero me daba igual solo quería estar con ella. Aunque el precio era un sufrimiento cada vez mayor.

Estoy convencido de que en este punto, ella perdió todo el interés por nuestra relación al verme tan manipulable, ya no era divertido.

Y fuí un paso mas allá, toqué fondo.

 

DESCRIPCIÓN DE CÓMO FUE LA RUPTURA

Al inicio de  nuestra última escapada, durante la comida, bajo los efectos de unas cervezas y varias copas de vino, se rompió mi muro de contención.

Yo no bebo, porque se de primera mano los efectos perjudiciales del alcohol, pero el peso de mi alma había roto la cuerda que la ataba a mi mente racional, explotando todo el sufrimiento que llevaba acumulado desde hacía tanto tiempo.

En síntesis, le dije de una manera verborreica bastante florida e inadecuada, que era una manipuladora y una depredadora emocional.

 

Al ver mi reacción, sorprendida porque yo también podía ser irracional e imprevisible, habiendo perdido ya su interés en mi, y con su falta de empatía habitual, como una paloma alzó el vuelo. Me dejó tirado en el sitio en el que estábamos. Seguí bebiendo durante dos días mas, tomé conciencia del problema y poco a poco recuperé mi autoestima.

No nos volvimos a ver más.

 

COMPORTAMIENTO  DESPUES DE LA RUPTURA

En unos mensajes insustanciales y bastante erráticos que nos enviamos posteriormente, hizo patente su falta de confianza en mi.

Leyendo entre líneas, quedaba clara su inseguridad ante mi respuesta explosiva y en los resultados de sus artes manipuladoras. Parece ser que yo no era su saco de boxeo ideal, no aguantaba tan bien sus golpes como parecía, el saco era mas fragil de lo que aparentaba ser.

 

Como soy vasco de nacimiento, todo acabó con un lacónico mensaje de «Agur». La obsesión creada por esta relación malsana todavía no me ha abandonado del todo.

Me sigo sobresaltando cada vez que suena un mensaje en mi movil y asegurar el final de una relación con una pareja TLP es un poco aventurado.

 

 

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