Hola, me llamo Pedro y tengo 32 años.
Voy a contar mi relación de 6 meses con la que creo que fue una mujer con TLP
Tengo un sentimiento de que quizás no es moralmente digno hacerlo. Si algún día esa persona llega a leer esto no pretendo hacerle daño ni en mí jamás la he criticado o tenido sentimientos de odio. No pretendo demonizarla. Esta historia la voy a contar, para que otros que sufren se agarren a testimonios similares a los que yo sigo agarrándome.

 

Siempre he sido un chico con autoestima sana -que no alta-, con decente imagen de sí mismo y con habilidades sociales.

Soy persuasivo, sensible, muy empático y con mucho niño interior.

Me gusta estar actualizado, cuidar mi imagen, hacer deporte, salir con amigos, conocer nuevas historias y lugares.

Había tenido 3 relaciones de pareja y han sido todas normales con personas sin problemas graves.

He sufrido un poco de apego ansioso y el síndrome del salvador, pero sólo a nivel de pareja, a niveles bajos y he sentido un poco de ansiedad pero nada de ser posesivo, celoso ni controlador.

Siempre he sido con mi pareja muy consciente de lo que merece y lo que no, de qué es problema mío o qué es problema de ambos.

Con personas que no eran mi pareja no he sufrido dependencia ni codependencia pues soy independiente emocionalmente de familia, amigos, trabajo. Nunca he sufrido de ansiedad ni depresión y regulo bien mis emociones.

 

COMIENZO DE LA RELACIÓN

Principios de 2021, subo una foto mía a RRSS y me saluda una chica. Hablamos durante unas horas y ambos estábamos dispuestos a tener una cita larga.

Nos vimos por primera vez y me abrazó como nunca me había abrazado nadie, sin parar de mirarme admirándome incluso. Ella no era una chica 10, ni yo tampoco, pero no sé lo que ocurría que a mis ojos era tan atractiva y bonita, y lo sigue siendo.

La verdad que en ese momento mi autoestima se encontraba bien, no sentía necesidades y tampoco nunca he buscado pareja en sí ni suelo acostarme con alguien la primera cita.

En la primera hora la veía nerviosa, sin mirarme a los ojos y me contaba con detalle lo mal que lo había pasado esta última época. Lejos de verlo raro me pareció adorable y la abracé dejándome llevar, con muchas ganas de “vivir” por aquel entonces.

Ella era espontánea, divertida, llana, imprevisible, intensa, una niña graciosa en un cuerpo de mujer con ojos vidriosos.

Por la noche ya me hablaba de su pasado de abuso en la infancia y adolescencia y, sobre todo, su pasado oscuro de maltrato por parte de sus exparejas.

Después de este último relato arrancó en mí una empatía y una codependencia hacia ella 10 veces superior a ningún momento anterior en mi vida.

Tenía la sensación de que las conversaciones que estábamos planteando eran demasiado personales pero ella se interesaba por mis vivencias y me hacía seguir dejándome llevar en un Quid Pro Quo.

Me sentía ansioso sin localizar el motivo y nos fuimos a la cama y no fue bien por mi parte, estaba muy nervioso y todo me chocó bastante.

Al día siguiente ya perdí el control como nunca. Desperté extrañamente preocupado e inseguro por lo que ella pensase de mí y le pregunté si me volvería a ver, a lo que ella me respondió que sí, que se queda conmigo.

 

LA LUNA DE MIEL Y PRIMERAS BANDERAS ROJAS

A partir de aquí viví la misma adicción que un drogadicto a la cocaína, empezó todo a irse de las manos en ese sentido y me enamoré locamente de ella, y ella de mí. Empecé a perderme a mí mismo.

La relación fue una montaña rusa descomunal y cuando más tiempo pasaba más partes negativas tenía ésta.

Ella me reclamaba atención pero cada vez que yo le reclamaba atención que no obtenía se ponía a la defensiva y unas horas después de yo sentirme mal me pedía perdón porque sus ex eran así y se confundía conmigo.

Ella con sus historias, sus desastres, su pasado y con el daño que ha sufrido conseguía que yo justificase cada una de las actitudes que no me hacían bien.

 

Fue un verano intenso, con citas similares a la primera, de diversión, playa, sexo, risas…

Entre buenos momentos surgían comportamientos extraños que no veía normal en un adulto y, sin embargo, llegaron a hacerme incluso gracia.

La impaciencia, el que un problema suyo sea más importante que los míos, el decirme que soy su dios y al mismo tiempo pasar horas en silencio cuando incluso le había comentado que había pasado un mal día en el trabajo.

El decirme “te necesito” o “no puedo vivir sin ti” y al mismo tiempo demostrar a veces con hechos todo lo contrario.

 

CONTINUAN LOS COMPORTAMIENTOS EXTRAÑOS

Llegó un punto que cuando nos reencontrábamos en persona no sabía cómo la iba a encontrar, no entendía por qué a veces saltaba a mi pecho del abrazo que me daba y otras veces casi me apartaba.

No entendía por qué seguía contándome detalles y detalles sobre su pasado traumático y sus noches de fiesta cuando le decía con mucho tacto que me estaba empezando a afectar aquello, y ella, por supuesto, se sentía ofendida.

Cuando acababa el fin de semana y nos separábamos a nuestros respectivos municipios, yo sentía como que ese hilo que nos une se cortara.

Sentía que tenía que esforzarme por Whatsapp para que no me ignorase, que me mostrara algo de lo que me demostraba en ocasiones. Pero en la distancia se desvanecía todo.

No actuaba como decía ser, como alguien totalmente enamorado.

Nunca coincidimos “en línea” los dos al mismo tiempo aunque yo lo intenté, sentía que me evitaba, que nunca teníamos una conversación fluida como suelo hacer con personas de mi interés.

Había largos momentos de silencio injustificado. Me escribía exactamente con las palabras y formas de expresión que yo utilizaba pero no lo demostraba.

Ella siempre tenía una excusa que decirme a cada pequeño reclamo que le hacía, parecía como que tenía que ir enseñándole lo que está bien o no.

Momentos de demasiada poca paciencia con camareros o personas que trabajan en servicios y a veces no poder controlar cierta ira.

 

COMIENZA LA MONTAÑA RUSA EMOCIONAL

Empezaba yo a tener muchísima ansiedad porque sentía que no sabía cómo me la iba a encontrar mañana al despertar. Unas veces queriéndome tantísimo y otras veces molesta porque le daba los buenos días.

No sabía a qué persona me encontraría al verla, no sabía si ese día me iba a querer o me iba a ofrecer indiferencia.

Cuando dormíamos juntos lo hacíamos felices y tranquilos, pero la mayoría de mañanas despertaba yo sobresaltado porque ella estaba gritando e insultando a los vecinos si hacían ruido. Otras veces me despertaba y una caricia mía la recibía con rechazo.

Mi esfuerzo constante era siempre calmarla anímicamente, ayudarla, decirle lo bueno que tiene su vida, decirle millones de veces que estoy orgulloso de ella.

Muchas tardes iba todo genial y mi ansiedad bajaba al fin pero en cualquier momento todo volvía a ser terrorífico.

Decía verse mal ante el espejo y sentía que yo era culpable por todo porque entre líneas parecía que me dijese que algo pasaba desde que me conocía.

Situaciones a las que yo y cualquier persona normal no actuaría de forma tan desproporcionada ni haría sentir mal al otro si lo respetas y amas con un mínimo de empatía.

No entendía por qué había algo que me decía que me envidiaba. No se alegraba por mis logros o incluso notaba vagamente que se sentía molesta porque fuese tal cual soy. Porque tuviese yo amigos con lazos estrechos, compañeras de trabajo o dar un “me gusta” en RRSS.

 

NUNCA ERA SUFICIENTE

Llegó a decirme que yo era superior a ella en muchos sentidos y es como si mi autoestima tuviese que bajar para verse ella al mismo nivel, y de hecho mi autoestima bajaba sin cesar y yo no paré de intentar hacerle ver que ella es tan superior como todos los demás.

No se interesaba por mis metas, por mis miedos, por mis inseguridades, por quién soy realmente o saber cómo conseguí la vida que tenía.

Siempre era yo el que debía ir su municipio por una mala experiencia que vivió conduciendo.

Lloraba delante de ella en situaciones de ansiedad máxima porque no entiendo cómo ir a tomar un café se convertía en buscar algo que me haga sentir muy culpable y yo tener que defenderme cuando 1 hora antes de vernos estábamos locos e ilusionados de que llegase el momento.

Cuando le presentaba cualquier situación a solucionar como cualquier pareja normal me hablaba de repente y con detalles de los maltratos que había sufrido y yo caía a darle un abrazo y dejando siempre los temas sin tratar.

La ayudé en problemas, la ayudé en casa, le di mil consejos, tuve detalles que ella necesitaba, intenté que buscara ayuda, la escuchaba, la animaba, siempre estaba dispuesto a ella, siempre tenía un piropo para su autoimagen dañada.

Le demostré que no soy el típico hombre del que ella huye, que estaba ahí incondicionalmente, que iba siempre a visitarla aunque me quedasen 2 horas para dormir, que debería estar orgullosa de su familia y de la vida que lleva, que la cuidaría, que no tuviese miedo, que era genial, que llegaría lejos en la vida… pero nunca era suficiente.

Nunca lograba amortiguar sus cambiantes estados de ánimo, nunca estaba tranquila conmigo, nunca lograba 2 días seguidos de paz y de amor constante.

Yo vivía pendiente de otras parejas comparándonos con ellas porque sabía que algo ocurría pero no el qué.

Mi sensación era que siempre ocultaba cosas, un gran misterio de mujer, pero no me atrevía ya ni a preguntar por la actitud que ello detonaba.

En una conversación normal siempre me echaba en cara cosas que supuestamente quedaron zanjadas y entendidas, siempre andaba yo defendiéndome de acusaciones. Tenía puntos celosos pero decía que nunca lo fue, que es que me amaba mucho.

 

EL REFUERZO INTERMITENTE

Enganchado a mi gran droga siempre esperaba a que llegase un abrazo intenso, un ‘te quiero’, un sencillo ‘cómo estás’ y todo ese amor desmesurado que cada vez me daba menos veces y al cual yo me iba adaptando por obtener cualquier momento así.

– El problema no era que yo estaba demasiado pendiente de ella, es que ella a veces me decía ser feliz así y que quería un novio así, y si no le daba esa atención me la pedía. Nunca sentía seguridad de cómo la encontraría hoy respecto a mí.

– El problema no es que yo sintiese ansiedad, es que me daba afecto con intermitencia.

– El problema no es que yo le exigiese amor, es que a veces me lo daba todo y otras apenas nada.

 

Yo no necesitaba que me ofreciese tanto sino que me ofreciese lo que ella sienta pero de forma constante.

Anduve con cuidado, sobre cáscaras de huevo.

Enamorado del amor, de la mimetización que ella hizo conmigo, enamorado de la versión “amorosa” que parecía estar diseñada para mí, la mujer de mis sueños, siempre estaba esperando y esforzándome a que vuelva lo que yo llamaba “su lado bueno”.

 

SINTOMAS FÍSICOS

Empecé a perder bastante peso cuando estoy en 100kg desde hace años, empecé a perder pelo, a no dormir, a llorar por las noches, a desatender mi trabajo, a tener problemas intestinales, a sentirme inmunodeprimido.

Ya no me apetecía hacer mis hobbies, mi energía caía, no podía apenas entrenar en el gimnasio, no hacía caso a mis amigos… todo ello porque sentía que había siempre un problema que solucionar en mi relación.

Todo era un huracán cada día. Aún así siempre miraba por ella, siempre sacaba energía para cuidarla.

Mi droga. Mi némesis y mi niña, mi problema y mi cura, mi oscuridad y mi luz.

Le di todo, de verdad. Le di todo lo que tengo. Invertí mi tiempo, mi energía, mi economía indirectamente, mis ganas, mi alegría, mi optimismo, pausé mis proyectos, mis metas. Aposté a muerte por ella, por ese sueño falso que compré de relación hecha a mi medida.

Ella me decía que sólo yo podía salvarla, ayudarla. Me hacía sentir que era la primera persona en su vida que se preocupaba por ella, la primera persona que le hacía mejor, la primera persona con la que crecía…aunque siempre quedaba yo esperando un resultado real.

Empecé a sentirme mal, culpable, responsable de su estado de ánimo y acudí a un psicólogo experto en relaciones de pareja.

Yo me presenté a él como que tenía un problema, un trauma… y que se me había despertado alguna herida de abandono que estaba en letargo.

Yo miraba hacia todos lados buscando qué problema tenía yo pero una sensación dentro de mí sabía que el problema era estar con ella, pero no podía enfrentarlo.

El psicólogo no era experto en trastornos de este tipo ni yo tenía idea de que existían. Trató mi autoestima y poco más.

 

PRIMERA RUPTURA

Un fin de semana más, inundado de ansiedad acumulada y observando otro de sus cambios anímicos me dio el primer ataque de pánico de mi vida y con tacto, asertividad y cariño insistí en que me contase qué ocurría, qué pasaba, qué pensaba de mí.

Ella se distanció física y emocionalmente, no me miraba a los ojos, le cambiaron los ojos de tristeza a ira y no me hablaba. Paralizado por la situación y temblando entre lágrimas me puse serio y le exigí que no puede tener a una persona sin explicaciones y con tantos altibajos.

Me dijo que el de los altibajos era yo, que era un controlador. Me llamó paranoico, inseguro, sensible y me pidió que la llevase a casa.

Así fue, una vez allí y ella, tan terroríficamente fría y pareciendo otra persona a la que conocí, me dijo que la había destrozado anímicamente y que no podía seguir junto a mí.

 

Fue desgarrador, fue una violación al alma, fue el momento más duro de toda mi vida. Que la chica a la que cuidaste por encima de ti te diga que la has destrozado. El dolor que sentí ese día y muchas semanas y meses siguientes ha sido enfermizo.

Me culpaba, me maltrataba a mí mismo, lloraba cada día, 24h pensando en ella y en aquello.

Me diagnosticaron bajísima autoestima, estrés postraumático, crisis de identidad y disociación.

 

EL RECONTACTO Y RUPTURA FINAL

A los 2 meses de contacto 0 le envié un mensaje como despedida en un intento de forzar yo el cierre que nunca me dio y que necesitaba. Me envió uno similar y al día siguiente me preguntó que si la quería.

Varias conversaciones bajaron mis defensas y olvidé en cierto modo lo ocurrido, volviendo a quedar de nuevo. Otra vez enamoramiento al instante donde me pidió perdón porque dijo haberse asustado pensando que la quería controlar aquel día final.

Ya fue una vuelta con muchos altibajos pero le dije que lucharía por ella, que me estoy tratando, que no me tomaría tan a lo personal su comportamiento pero que por favor fuese constante, que me hacía daño.

Cuando parece que estábamos por fin en el mejor momento, en el que todo se calmase, en que había conseguido que confiase en mí, me encuentro una mañana toda la estancia desordenada y la encontré de nuevo atacándome como nunca, diciéndome maldiciones y barbaridades.

Logré pararla de tanto correr de allí para acá y me dijo que había desbloqueado en mi ausencia mi móvil y que había visto unos mensajes con otra chica en el tiempo que pasó entre que me descartó y volvimos de nuevo.

Me trató como si hubiese sido infiel, me dijo que cómo he podido hacerle esto. Le expliqué mil veces que nada tenía que ver con ella o con nosotros, que me había dejado ella, que yo pensé que jamás volvería.

Que nunca hubiese tonteado con otra chica estando con ella ni mucho menos le hubiese sido infiel, porque jamás lo fui. Ni mucho menos le iba a hacer el daño que otros sí le hicieron.

No me escuchaba, no me miraba, ni dialogó, no lo aceptó.

De nuevo petición de llevarla a casa y por el camino me llamó hipócrita, que soy una mentira, que soy una obra de teatro…

Intenté llamarla por teléfono sin éxito. Le envié una carta certificada a su casa con toda la explicación y el por qué de todo. De cómo me sentí en aquel momento y de que la conversación aquella no significaba que la había olvidado, que ni quedé con ninguna chica en ese tiempo, ni que soy un guarro como ella me llamó.

 

DESCUBRO LA EXISTENCIA DEL TLP

Yo aceptaba que se fuese y no intentaba nada, sólo quería que no se fuera de mi vida pensando que soy un hijo de puta más, como todos a los que ella conoció.

Ni miró atrás. El dolor fue ya de otro mundo. No entendía nada y empecé entre semanas y meses de daños emocionales y mentales a informarme sobre el TLP y era lo único que me coincidía.

Aún sigo con mi sistema de apego destrozado, no pudiendo establecer vínculos emocionales, con flashback y con diversos daños mentales.

Mil preguntas sin respuesta. Todo mi corazón y ni siquiera pude mejorar su vida ni recibir yo nada a cambio en forma de cariño sincero o una explicación final. Interminables jornadas necesitando que me dé una explicación que sé que jamás llegará y tendré que rellenar con un duelo que jamás esperé vivir.

 

6 MESES DE CONTACTO 0

Julio de 2022, miro atrás y me doy cuenta de que en los primeros meses de contacto 0 afirmaba y aseguraba 100% que iba a ser imposible llegar a un punto donde pudiese “vivir”.

Un punto donde no sienta ansiedad constante, donde no me aterren sus fantasmas, donde no me doliese escuchar una canción en concreto…y este punto ha llegado.

Sé que cuando estáis en las primeras fases es imposible de creer que en un futuro cercano estaréis mejor pero ES CIERTO.

No sé en qué fase estoy de la recuperación porque he vivido eso de volver hacia atrás y hacia adelante, con tantos altibajos como fue aquella relación. Pero puedo decir que estoy bastante cerca del No Retorno.

  • Hace ya unos 2 meses que no indago tanto sobre el TLP u otros trastornos similares del cluster B. Ya no estoy tantas horas al día metiéndome a presión en mi lado emocional información sobre ellos para aceptar que tenía un trastorno. Tranquilamente ya lo sé porque ni hablando con psiquiatras tengo otra explicación.
  • Ya puedo salir con mis amigos a tomar unas cervezas o cenar y estar hablando y riéndome durante horas sin sufrir. Me viene su recuerdo con el gatillo de una marca de cerveza en concreto o un bar en particular pero no me duele, vuelvo al presente, aunque siga siendo desagradable.
  •  Después de tantas veces prometerme Sin Éxito que no volvería a hablar del tema con amigos o familiares, ahora lo cumplo de verdad, aunque mi amago es siempre querer hacerlo.
  •  Mi parte no racional sigue amando aquella obra de teatro cada vez con menos esperanzas y ya no me permito soñar despierto con ello.
  •  He realizado varios viajes de 2-3 días y caminando por otra ciudad ya no me siento víctima sino más empoderado y superviviente la mayoría de tiempo.
  • Ya puedo conocer a alguna chica nueva y tener una cita sin llorar después, sin descartarla automáticamente porque no es tan intensa, divertida, elocuente, pilla o imprevisible como mi ex TLP. (He comprendido al fin que no merece la pena, que no es salud, que no quiero eso a ese precio, ni a la mitad).
  •  Ya me resbalan más los pensamientos de qué estará haciendo y el dolor de saber que se estará acostando con otro. Porque me hallo aceptando sin mucho resquemor que eso no fue real. Que no me quiso, que cada abrazo, beso, polvo, llamada, detalle, llanto no fue “desde su corazón” sino desde un mecanismo de manipulación para obtener, más o menos consciente (ya me da igual), su cometido egoísta.

 

Cosas que aún me ocurren a día de hoy:

Sigo buscando situaciones intensas, sigo saliendo a darlo todo (sin autodestruirme) en una búsqueda de picos de intensidad intentando imitar inconscientemente la parte alta de aquella montaña rusa.

Me siguen llegando flashbacks cuando me he acostado con una chica o en cualquier momento del día, sigo teniendo su imagen y sus rasgos nítidos en la memoria. ¡¡¡ Sobre todo su mirada de ojos llorosos pidiendo que la salvara, que me amaba, que era todo para ella, que sólo yo podía ayudarla !!!

Sigo teniendo terror a encontrármela algún día o ver una foto suya.

Sigo viendo algún esporádico vídeo sobre estos trastornos pero no ya como ansiolítico, lo hago por reafirmarme y por cierto placer aún, ya que a veces dudo de si todo esto fue una película de terror.

Sigo dándole vueltas a si algunos momentos fueron reales o fue todo 100% una ficción diseñada para mí.

 

Realmente, lo que me sigue doliendo mucho a día de hoy es aceptar totalmente que todo fue mentira PERO sin seguir el camino de meterme eso a fuego en mi mente no hubiese podido llegar a donde hoy estoy.

Mi relación fue de 6 meses y me descartó, volvimos en un hoovering extraño y doloroso y a los 2 meses del mismo me volvió a descartar.

Esta vez se multiplicó el dolor y fue mucho más traumático.

Llevo 6 meses de contacto cero estricto y de recuperación y sólo tuve noticias de ella hace 2 meses, cuando me hizo una llamada perdida.

Qué atrevimiento, qué barbaridad, qué absurdo, qué cobardía, qué claro lo deja el TLP.

 

MIS CONCLUSIONES A DIA DE HOY

Escribo esto en agradecimiento a David, y a otros que habéis escrito anteriormente y, SOBRE TODO, con intención de que no os desaniméis nunca. Que sepáis que es normal que incluso en una relación tan corta el proceso suele ser mayor a la longevidad de ésta.

Hoy soy más fuerte emocionalmente que nunca y me queda camino, y creo que mucho.

Tras todo, uno aprende que nos pueden educar con la mejor intención pero inculcándonos que debes esforzarte para que te quieran. Que no eres válido tal cual y tan natural eres, que debes adaptarte a otros.

Hay que nivelar la palabra “egoísta” y saber, que sin hacer daño a otros, ser un tanto egoísta es amarte.

NO DEBES NI PUEDES SALVAR A NADIE. No podrás nunca. Acompaña, escucha, da la mano y aconseja sobre cómo saltar un obstáculo pero no saltes tú por nadie, no te corresponde.

Suponiendo que algunas cosas fuesen verdad, siento en el alma que ella u otra persona haya sufrido maltrato físico o psíquico. Condenaría eso a pena de muerte pero no merezco sufrir la repercusión.

Soy responsable de no poner límites, de estar enamorado de la idea del amor romántico que vi en casa de pequeño o en las películas de adulto.

 

Soy responsable PERO NO SOMOS CULPABLES.

 

No la odio, ni mucho menos, no quisiera nunca hacerle daño.

Sinceramente le deseo suerte en la mayor distancia posible y que algún día logre ser feliz, si fuese capaz de mirarse hacia adentro.

 

error: Content is protected !!